viernes, 30 de diciembre de 2011

Como Una Novela


Así se desarrollan nuestras conversaciones, victoria perpetua del lenguaje sobre la opacidad de las cosas, silencios luminosos que expresan más de lo que callan. Vigilantes e informados, no somos víctimas de nuestra época. El mundo entero está en lo que decimos... y enteramente iluminado por lo que callamos. Somos lúcidos. Mejor dicho, poseemos la pasión de la lucidez.
¿De dónde viene, entonces, esta vaga tristeza posconversacional? ¿Este silencio de medianoche, en la casa dueña de nuevo de sí misma? ¿Sólo es la perspectiva de los platos por fregar? Veamos... A unos centenares de metros de aquí -semáforo-, nuestros amigos están atrapados en el mismo silencio que, pasada la borrachera de la lucidez, se apodera de las parejas, de vuelta a casa, en sus coches inmovilizados. Es como un regusto de resaca, el final de una anestesia, una lenta recuperación de la conciencia, el retorno a uno mismo, y la sensación vagamente dolorosa de no reconocernos en lo que hemos dicho. Nosotros no estábamos ahí. Estaba todo el resto, sí, los argumentos eran acertados -y desde esta perspectiva teníamos razón-, pero nosotros no estábamos. Ni la menor duda, otra velada sacrificada a la práctica anestesiante de la lucidez.
Así es como... crees regresar a tu casa, y regresas, en realidad, a ti mismo.

D. Pennac

martes, 27 de diciembre de 2011

El Gran Gatsby Pt. 2


-Yo no le pediría demasiado -me atreví a decirle-. No podemos repetir el pasado.
-¿No podemos repetir el pasado? -exclamó, incrédulo-. ¡Claro que podemos!
Miró a todas partes, frenético, como si el pasado se escondiera entre las sombras de la casa, casi al alcance de la mano.
-Voy a devolver cada cosa a su sitio, tal como estaba antes -dijo, y asintió con la cabeza, muy decidido-. Daisy lo verá.
Habló mucho del pasado, y llegué a la conclusión de que quería recuperar algo, cierta idea de sí mismo, quizá, que dependía de su amor a Daisy. Había llevado desde entonces una vida confusa y desordenada, pero si podía volver al punto de partida y revisarlo todo despacio, descubriría qué era lo que buscaba.
...Una noche de otoño, cinco años antes, paseaban por la calle, y caían las hojas, y llegaron a un sitio donde no había árboles y la acera era blanca a la luz de la luna. Se pararon allí y se miraron. Ya hacía frío y la noche tenía esa emoción misteriosa que se siente en los cambios de estación. Las luces silenciosas de la casa vibraban en la oscuridad y había un temblor, una agitación entre las estrellas. De reojo vio Gatsby que los adoquines de la acera formaban un camino que se elevaba hasta un lugar secreto, más allá de las copas de los árboles. Si subía solo, lo subiría, y una vez arriba podrá mamar de la ubre de la vida, tragar de la leche incomparable de la maravilla.

F. S. Fitzgerald

lunes, 12 de diciembre de 2011

El Gran Gatsby


¡Casi cinco años! Incluso aquella tarde tuvo que haber algún momento en que Daisy no estuviera a la altura de sus sueños, no tanto por la culpa de la propia Daisy, sino por la colosa vitalidad de su propia ilusión. Su ilusión iba más allá de Daisy, más allá de todo. Y a esa ilusión se había entregado Gatsby con una pasión creadora, aumentándola incesantemente, engalanándola con cualquier pluma que cogiera el vuelo. No hay fuego ni frío que pueda desafiar lo que un hombre guarda entre los fantasmas de su corazón.
Mientras yo lo observaba, se recompuso perceptiblemente. Su mano cogió la de Daisy, ella le dijo algo al oído y, al sentir su voz, Gatsby se volvió a mirarla, emocionado. Creo que aquella voz era lo que más lo subyugaba, con su calidez febril y vibrante, porque no cabía en un sueño: aquella voz era una canción inmortal.

martes, 29 de noviembre de 2011

La Náusea Pt. 2


Permanecimos un momento silenciosos. Cae la noche; distingo apenas la
mancha pálida de su rostro. Su vestido negro se confunde con la sombra que
invade la habitación. Maquinalmente tomo la taza donde queda todavía un poco
de té y la llevo a los labios. El té está frío. Tengo ganas de fumar, pero no me
atrevo. Siento la impresión penosa de que no tenemos nada más que decirnos.
Todavía ayer pensaba hacerle tantas preguntas: ¿dónde había estado, qué había hecho, a quién había conocido? Pero esto me interesaba sólo en la medida en que Anny se hubiera entregado con toda el alma. Ahora perdí la curiosidad: todos los países, todas las ciudades por donde ha pasado, todos los hombres que le han hecho la corte y que quizá ella ha amado, todo eso no importa, todo eso le es en el fondo tan indiferente: pequeños destellos de sol en la superficie de un mar oscuro y frío. Anny está frente a mí, hacía cuatro años que no nos veíamos, y no tenemos nada más que decirnos.
—Ahora —dice Anny de golpe— debes marcharte. Espero a alguien.

J. P. Sartré

domingo, 23 de octubre de 2011

La Náusea


¿Es siquiera posible pensar en alguien metido en el pasado? Mientras nos amamos, no permitimos que el más ínfimo de nuestros instantes, el más leve de nuestros pesares se desprendiera de nosotros y quedara rezagado. Nos lo llevábamos todo, y todo permanecía vivo: los sonidos, los olores, los matices del día, los mismos pensamientos que no nos habíamos dicho, no cesábamos de gozarlo y padecerlos en el presente. Ni un recuerdo; un amor implacable y tórrido, sin sombras, sin perspectivas, sin refugio.

J. P. Sartré

miércoles, 17 de agosto de 2011

Conferencia sobre Ética


Porque lo único que yo pretendía con ellas era, precisamente, ir más allá del mundo, lo cual es lo mismo que ir más allá del lenguaje significativo. Mi único propósito -y creo que el de todos aquellos que han tratado alguna vez de escribir o hablar de ética o religión- es arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro acontecimiento. Pero es un testimonio de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada del mundo ridiculizaría.

L. Wittgenstein

viernes, 5 de agosto de 2011

Sobre el Dolor del otro


¿Puedo observar el dolor de alguien
sin sentir con él tristeza?
¿Puedo contemplar el pesar de alguien
sin intentar aliviarlo?

¿Puedo observar la lágrima derramada
sin compartir el dolor?
¿Puede un padre ver a su hijo llorar
sin someterse a la pena?

¿Puede una madre escuchar indiferente
el lamento de un niño, el temor de un infante?
¡No, no! ¡Imposible!
Nunca, eso jamás será posible.

¿Puede aquel que a todo sonríe
oír los gemidos del ave?
¿Escuchar a sus pequeños pesarosos y necesitados?
¿Escuchar el llanto de los niños que sufren?

¿Sin sentarse junto al nido
rociando de piedad sus pechos?
¿Sin sentarse junto a la cuna
vertiendo llanto sobre las lágrimas del niño?

¿Y no pasarse día y noche
secando nuestras lágrimas?
Oh, no, eso jamás será posible.
Nunca, nunca será posible.

Nos reserva a todos su alegría;
se transforma en joven;
se transforma en hombre compasivo.
También él siente dolor.

Piensa que eres incapaz de suspirar un suspiro,
sin que tu hacedor no esté a tu lado;
Piensa que no puedes llorar una lágrima
sin que tu hacedor no esté llorando.

Ah, nos otorga la alegría
que destruye nuestras penas.
Hasta que nuestro dolor se haya vaciado,
junto a nosotros se lamentará.

W. Blake

lunes, 11 de julio de 2011

Mallarmé Asaltado


Faunos ebrios de trasmundo
Desafíos desgarrados
Diversos amigos míos
He aquí roída mi nativa nobleza
De las barbas de las calles cuelgan cantos
joyas lúgubres asaeteadas por el hambre
/ pus & sombras : sed vacía /
Encanecen los drenajes
las jaurías se autoapañan
Hablo en oro & me desgasto
Flor extraña la del sueño por las noches
Cuerno recio : borbotón de sangre
La arenas de polilla vueltas tótems
por la angosta boca abierta de la herida
No estoy muerto
Pulso mi arco
La humareda cojimanca del paisaje hace buches de rodillas
No hay cristales que galopen de mi mente a esa banqueta
De mis luces / sólo espinas
pero no / pero no

M. S. Papasquiaro

viernes, 8 de julio de 2011

Las Partículas Elementales


Las formas de la naturaleza son formas humanas. Es en nuestro cerebro donde aparecen los triángulos, los entrelazamientos y los ramajes. Los reconocemos, los apreciamos; vivimos en medio de ellos. En medio de nuestras creaciones, creaciones humanas, comunicables a los hombres, nos perfeccionamos y morimos. En medio del espacio, el espacio humano, tomamos medidas; con estas medidas creamos el espacio, el epacio entre nuestros instrumentos.
El hombre poco instruido siente terror ante la idea del espacio; lo imagina inmenso, nocturno y vacío. Imagina a los seres en la forma elemental de una bola, aislada en el espacio, encogida en el espacio, aplastada por la eterna presencia de las tres dimensiones. Aterrorizados por la idea del espacio, los seres humanos se encogen; tienen frío, tienen miedo. En el mejor de los casos atraviesan el espacio, se saludan con tristeza en mitad del espacio. Y sin embargo ese espacio está en su interior, se trata de su propia creación mental.
En ese espacio al que tanto temen los seres humanos aprenden a vivir y a morir; en medio de su espacio mental surgen la separación, el alejamiento y el sufrimiento. Sobre esto hay muy poco que decir: el amante oye la llamada de su amada a través de los océanos y montañas; a través de océanos y une para siempre. La práctica del bien es una unión, la práctica del mal una desunión. El otro nombre del mal es la separación; y aún hay otro más, mentira. Solo existe un entrelazamiento magnífico, recíproco e inmenso.

M. Houellebecq

miércoles, 29 de junio de 2011

Ampliación del Campo de Batalla


Algunos seres experimentan enseguida una aterradora imposibilidad de vivir por sus propios medios; en el fondo no soportan ver su vida cara a cara, y verla entera, sin zonas de sombra, sin segundos planos. Estoy de acuerdo en que su existencia es una excepción a las leyes de la naturaleza, no sólo porque esta fractura de inadaptación fundamental se produce aparte de cualquier finalidad genética, sino también a causa de la excesiva lucidez que presupone, lucidez que trasciende claramente los esquemas perceptivos de la existencia ordinaria. A veces basta con colocarles otro ser delante, a condición de suponerlo tan puro y transparente como ellos mismos, para que esta insoportable fractura se convierta en una aspiración luminosa, tensa y permanente hacia lo absolutamente inaccesible. Así pues, como un espejo que devuelve día tras día la misma imágen desesperante, dos espejos paralelos elaboran y construyen una red límpida y densa que arrastra al ojo humano a una trayectoria infinita, sin límites, infinita en su pureza geométrica, más allá del sufrimiento y del mundo.

M. Houellebecq

sábado, 4 de junio de 2011

Velas


Frente a nosotros,
como una fila de velas encendidas,
-radiantes, cálidas y vivas-
están los días del futuro.

Los días del pasado son
esas velas apagadas.
Las más cercanas todavía humeantes,
las más lejanas encorvadas, frías,
derretidas.

No quiero verlas. Me entristece
recordar su brillo.
Frente a mí miro las velas encendidas.

No quiero mirar hacia atrás y asustarme:
cuán rápido la negra fila avanza,
cuán rápido las velas apagadas crecen.

C. P. Cavafis

sábado, 28 de mayo de 2011

Las Muchedumbres


No es dado a todos tomar un baño de multitud: gozar de las muchedumbres es un arte; y sólo puede darse, a expensas del género humano un atracón de vitalidad aquel a quien un hada haya otorgado desde la cuna el gusto por el disfraz y la máscara, el odio por el domicilio y la pasión por el viaje.

Multitud, soledad: términos iguales y convertibles por el poeta activo y fértil. Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabrá estar solo en una muchedumbre atareada.

El poeta disfruta de este incomparable privilegio: el de poder, a su antojo, ser él mismo y los demás. Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, él entra cuando quiere en el personaje de cada uno. Sólo para él todo está vacante; y si ciertos lugares parecen estar cerrados, es porque a sus ojos no valen la pena que se los visite.

El paseante solitario y pensativo obtiene una singular ebriedad de esta universal comunión. Aquel que se entrega fácilmente a la muchedumbre, conoce goces febricientes de que están eternamente privados el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, enclaustrado como un molusco. Adopta como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que la ocasión le ofrece.

Aquello que los hombres llaman amor es muy pequeño, muy exiguo y muy débil comparado con esa orgía inefable, con esa santa prostitución del alma que se da toda entera, poesía y caridad, a lo imprevisto que se muestra, a lo desconocido que pasa.

Es bueno enseñar a veces a los felices de este mundo, aunque sólo fuere para humillar por un instante su orgullo, que existen felicidades superiores a las suyas, más vastas y más delicadas.. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los padres misioneros exiliados en los confines del mundo, saben sin duda algo de estas ebriedades misteriosas; y, en el interior de la extensa familia que su genio ha formado, deben reírse a veces de aquellos que los compadecen por su destino tan agitado y por su vida tan casta.

C. Baudelaire

martes, 24 de mayo de 2011

Santo Grial -A la Manera de Verlaine-


A veces, en la agonía del periodo en que vivimos, percibo
que mi inmensa angustia se embriaga de esperanza.
En vano la hora vergonzosa abre profundas bocas.
En vano se abren desastres interminables debajo de nosotros
para engullir la autocomplacencia de nuestro sufrimiento,
la sangre de Cristo emana de todo.

La preciosa Sangre fluye en olas de sus altares
aún no derrocados y seguirá fluyendo
cuando lo sean; y cuando nuestro tiempo de maldad sea tal
que los más fuertes coman cediendo al terror mortal,
se humillen ante la ley sin honor,
de la sombra de prisiones brotará de nuevo.

Saldrá otra vez de los muros de cemento.
Ablandará el horror que los une. Dulce y roja
excrecencia, constante flujo de plegarias,
de dura expiación y de recta razón tomada en protesta
contra los actos de traición y cobardía, los fuegos
llovidos sobre cuanto se mueva en la campiña,
las cámaras de la muerte e instrumentos
de interrogación.

Torrente de amor
del Propio Dios, Amor y Dulzura,
Copa Eterna que es Él, hacia quien nos movimos, así esté
en medio del horror de este mundo de simulación que
afrontamos,
refrescante río de fuego que apaga la sed,
fuente viva donde el corazón puede ser revivido,
aún el del asesino, aún el del adúltero,
salvación de la patria, ¡Oh, sangre, don de amor,
que apaga la sed de la vida!

R. Duncan

Esperando a Godot


-¿Y si nos arrepintiéramos?
-¿De qué?
-¡Hombre! No hace falta entrar en detalles.
-¿De haber nacido?...

S. Beckett

martes, 17 de mayo de 2011

¡La Hemos Vuelto a Hallar!


¡La hemos vuelto a hallar!
¿Qué?, la Eternidad.
Es la mar mezclada
con el sol.
Alma mía eterna,
cumple tu promesa
pese a la noche solitaria
y al día en fuego.
Pues tú te desprendes
de los asuntos humanos,
¡De los simples impulsos!
Vuelas según..
Nunca la esperanza,
no hay oriente.
Ciencia y paciencia.
El suplicio es seguro.
Ya no hay mañana,
brasas de satén,
vuestro ardor
es el deber.
¡La hemos vuelto a hallar!
-¿Qué?- -La Eternidad.
Es la mar mezclada
con el sol.

A. Rimbaud

Miedo y Asco en Las Vegas


(...) pero absolutamente seguro de que fuese en la dirección que fuese, encontraría un sitio donde habría gente tan volada y cargada como yo: de esto no había duda.
Había locura en todas direcciones, a cualquier hora. Si no al otro lado de la Bahía, por Golden Gate arriba, o hacia abajo, de 101 a Los Altos o La Honda... en todas partes saltaban chispas. Había una fantástica sensación universal de que hiciésemos lo que hiciésemos era correcto, de que estábamos ganando...
Y esto, creo yo, fue el motivo... aquella sensación de victoria inevitable sobre las fuerzas de lo Viejo y lo Malo. No en un sentido malvado o militar; no necesitábamos eso. Nuestra energía prevalecería sin más. No tenía ningun sentido luchar... ni por parte nuestra ni por la de ellos. Teníamos todo el impulso; íbamos en la cresta de una ola alta y maravillosa...
Así que, en fin, menos de cinco años después, podías subir a un empinado cerro en Las Vegas y mirar al Oeste, y si tenías vista suficiente, podías ver casi la línea que señalaba el nivel de máximo alcance de las aguas... aquel sitio donde el oleaje había roto al fin y había empezado a retroceder.

H. S. Thompson

viernes, 13 de mayo de 2011

Desgracia


Y fue un forastero en este mundo palpitante,
un espíritu errante, arrojado de algún otro;
fue un bulto de oscuras imaginaciones, que porque quiso
dieron forma a los peligros que él evitó por azar.


-¿Hay alguien que quiera glosar estos versos? ¿Quién es ese espíritu errante ? ¿Por qué se hace llamar un bulto? ¿De qué otro mundo proviene?
(...) -Lucifer- dice. El ángel arrojado del paraíso. Poca cosa sabemos sobre el modo en que viven los ángeles, pero podemos dar por hecho que no necesitan oxígeno, que no palpitan. Allá en el paraíso, el ángel de las tinieblas, Lucifer, no tenía que respirar, no palpitaba. De repente, sin previo aviso, se encuentra expulsado en este extraño mundo palpitante en el que vivimos.
Errante: dícese del individuo que elige su propio camino, que vive peligrosamente, que incluso ronda adrede el peligro. Sigamos leyendo.(...)

Pudo en ocasiones renunciar a su bien por el bien ajeno,
pero no por compasión, ni porque debiera,
sino porque alguna extraña perversión del pensamiento
lo llevó a seguir adelante con secreto orgullo
y hacer lo que pocos o ninguno hubieran osado;
ese mismo impulso, en el momento de la tentación,
así también engañaría su espíritu arrimándolo al crímen


-Así pues, ¿qué clase de ser es el tal Lucifer? (...) como si estuviera dormido y acabara de ser convocado, el muchacho responde.
-Hace lo que le viene en gana. Le da lo mismo que sea bueno o malo. Si le apetece, lo hace.
-Exacto. Sea bueno o malo, si le apetece lo hace. No actúa por principios, sino por impulsos. Y la fuente de sus impulsos es algo que, para él, permanece en la oscuridad. Leamos unos cuentos versos más adelante: No era de la cabeza su locura, sino del corazón. Un loco del corazón. ¿Y qué significa estar loco del corazón? (...)
- No importa. Fijaos en que no se nos pide que condenemos a este ser que está loco del corazón, este ser en el que parece haber algo connaturalmente contrahecho. Muy al contrario, se nos invita a comprenderlo, e incluso a tomarle simpatía. Pero la simpatía tiene un límite. Aunque viva entre nosotros, no es uno de nosotros. Es exactamente lo que él mismo se ha llamado: un bulto, esto es, un monstruo. A la sazón según sugiere Byron, no será posible amarlo, o no al menos en el sentido más profundo y más humano del término. Está condenado a la soledad.

J. M. Coetzee

Angustia


Yo no vengo esta noche a imperar en tu cuerpo,
¡Oh!, bestia en que se juntan los pecados de un pueblo
Ni a sondear en tu impuro cabello la tormenta,
Que infunde el incurable fastidio de mis besos:

Busco el sueño sin sueño que se cierne en tu lecho
Bajo el dosel ignoto de los remordimientos,
Que tú puedes gustar tras tus negras mentiras,
Tú que sobre la nada sabes más que los muertos:

Porque el Vicio ha roído mi nativa nobleza
Y me unció como a ti con su estéril tormento:
Pero, mientras tú guardas en tu pecho de piedra

Un corazón infame que ningún crimen hiere,
Yo huyo con la mortaja de una obsesión de loco
Con miedo de morir cuando me duerma solo.

S. Mallarmé

miércoles, 11 de mayo de 2011

Trópico de Capricornio


En aquella época no me atrevía a pensar sino en los hechos. Para penetrar bajo los hechos, tendría que haber sido un artista y no se llega a ser artista de la noche a la mañana. Primero tienes que verte aplastado, ver destruidos tus puntos de vista contradictorios. Tienes que verte carbonizado y mineralizado para elevarte a partir del último común denominador del yo. Tienes que superar la compasión para sentir desde las raíces mismas de tu ser. No puedes hacer un nuevo Cielo y una nueva Tierra con hechos: sólo existe el hecho de que el hombre, cualquier hombre, en cualquier parte del mundo, va camino de la ordenación. Unos siguen el camino más largo y otros el más corto. Todos cumplen su destino a su modo y nadie puede prestar otra ayuda que la de mostrarse amable, generoso y paciente.

H. Miller

Trópico de Cáncer


En aquél momento perdí por completo la ilusión del tiempo y del espacio: el mundo desplegó su drama simultáneamente a lo largo de un meridiano sin eje.
En aquella especie de eternidad pendiente de un hilo sentí que todo estaba justificado, supremamente justificado; sentí mis guerras interiores que habían dejado esa pulpa y esos despojos; sentí los crímenes que bullían allí para surgir mañana en titulares sensacionales; sentí la miseria moliéndose a sí misma con almirez y mortero, la larga y triste miseria que se derrama gota a gota en pañuelos sucios.
En el meridiano del tiempo no hay injusticia: sólo hay poesía del movimiento que crea la ilusión de la verdad y del drama.
Si en cualquier momento y en cualquier parte se encuentra uno cara a cara con lo absoluto, la gran compasión que hacen parecer divinos a hombres como Gautama y Jesús se enfría y se desvanece; lo monstruoso no es que los hombres hayan creado rosas a partir de ese estercolero, sino que, por la razón que sea, deseen rosas... Por una razón u otra, el hombre busca el milagro y para lograrlo es capaz de abrirse paso entre la sangre. Es capaz de corromperse con ideas, reducirse a una sombra, si por un solo segundo de su vida puede cerrar los ojos ante el horror de la realidad.

H. Miller

El Existencialismo es un Humanismo


Dostoievski escribe Si Dios no existiera, todo estaría permitido. Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y en consecuencia el hombre está abandonado, por que no encuentra ni en sí ni en fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicha de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, por que una vez arrojado al mundo es reponsable por todo lo que hace. El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es reponsable de su pasión. El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que la oriente, porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre.

J.P. Sartré

La Peste


Cuando estalla una guerra, las gentes dicen: Esto no puede durar, es demasiado estúpido. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.

A. Camus

domingo, 8 de mayo de 2011

Cantos de Maldoror


He venido a ti para retirarte del abismo. Los que se dicen amigos tuyos te miran, consternados, cada vez que te encuentran, pálido y encorvado, en los teatros, en las iglesias, o apretando con tus dos vigorosos muslos ese caballo que no galopa más que de noche, montado por su jinete fantasma, envuelto en un largo abrigo negro. Abandona esos pensamientos que vuelven tu corazón vacío como un desierto; son más ardientes que el fuego. Tu espíritu está tan enfermo que ni siquiera te das cuenta y crees que ése es su estado natural, cuando salen de tu boca palabras sin sentido, aunque llenas de una diabólica grandeza. ¡Desgraciado! ¿Qué has dicho desde el día de tu nacimiento? ¡Oh, triste resto de una inteligencia inmortal, con tanto amor creada por Dios! ¡No has engendrado más que maldiciones, más espantosas que la visión de hambrientas panteras! ¡Preferiría tener mis párpados pegados, un cuerpo sin piernas y brazos, haber asesinado a un hombre, antes que ser tú! Porque te odio. ¿Por qué tener ese carácter que me asombra? ¿Con qué derecho vienes tú a esta tierra para burlarte de quienes la habitan, ruina podrida bamboleada por el escepticismo? Si no estás a gusto, vuelve de las esferas de donde vienes. Un habitante de las ciudades no debe residir en los pueblos, semejante a un extranjero. Sabemos que en los espacios existen esferas más amplias que la nuestra, con espíritus de una inteligencia que ni tan siquiera podemos concebir. ¡Pues bien! ¡Vete!... ¡retírate de este suelo móvil! ¡muestra al fin tu esencia divina, que hasta ahora has escondido; ¡y dirige cuanto antes tu vuelo ascendente hacia esa esfera que nosotros no envidiamos en absoluto, orgulloso como eres! Pues no he conseguido reconocer si eres un hombre o más que un hombre.

I. Ducasse

domingo, 1 de mayo de 2011

El Segundo Sexo


Partiendo del parámetro existencialista, el criterio era la libertad. Su premisa era que el objetivo primordial de cualquier ser humano responsable debía ser la soberanía. Pero eso era complicado. Si una mujer no era libre, podía deberse a dos razones: su falta de libertad podía ser inflingida, en cuyo caso constituía una opresión; o podía ser elegida, en cuyo caso representaba un fallo moral. En ambos casos, era algo absolutamente nefasto.
Como Sartre, defendía que la libertad requería coraje moral. Es más fácil renunciar a la libertad individual y convertirse en un objeto. Como Beauvoir dejó claro, las mujeres obtendrían ventajas si actuaban como esperaban los hombres, si vivían a través de ellos, retenidas por los hombres. Ese es un camino fácil, que permite evitar el esfuerzo que implica vivir una existencia auténtica. [...] Beauvoir conocía a muchas mujeres que vivían a través de los hombres, que endosaban la carga de su existencia a un hombre. Ella misma estuvo tentada a hacerlo. Conocía también el precio de la independencia. El segundo sexo muestra patética y profundamente que la mujer independiente estaba condenada a sentirse dividida.

H. Rowley

miércoles, 27 de abril de 2011

Sartre et Camus


La comidilla de París aquel verano fue el altercado público entre Sartre y Camus. En su libro El hombre rebelde, Camus denunciaba el totalitarismo estalinista y atacaba de forma encubierta a Sartre por simpatizar con él. Según Camus, el rebelde tiene una mente independiente, mientras que el revolucionario es una personalidad autoritaria que invariablemente racionaliza los asesinatos. Camus sostenía que esa violencia es siempre injustificable, incluso como instrumento para llegar a un fin. (...) Camus estaba harto de que los intelectuales de sillón le dijeran cómo debía pensar, dijo. En su opinión, al abrazar el estalinismo, Sartré había aceptado el servilismo y la sumisión.

H. Rowley

martes, 26 de abril de 2011

Los Detectives Salvajes


Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás avido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel al que presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicidaba despues de leer el Welther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un egendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o, si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hablé a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban. Igual que hablarle a una piedra. Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California. ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué? ¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctiblemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con esto no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se los ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! Y yo se los dije. Se los advertí. Les señalé la página técnicamente perfecta. Les avisé de los peligros. ¡No agotar un filón! ¡Humildad! ¡Buscar, perderse en tierras desconocidas! ¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco, estaba loco por culpa de mis hijas, por culpa de ellos, por culpa de Laura Damián, y no me hicieron caso.

R. Bolaño

jueves, 21 de abril de 2011

Roberto Bolaño



Hablar de Roberto Bolaño es hablar de no hacer concesiones, es hablar de la eterna lucha perdida desde un comienzo y aún así levantarse y atisbar unos golpes en el abismo literario y de la vida. Esta lucha constante también se traduce en una prosa que busca una voz original y que en última instancia es su arma más poderosa.
En su novela Los Detectives Salvajes (1998) parece hablarnos de lo que más conoce, desde donde se siente más comodo, es decir desde una cartografía personal de poesía y literatura, también nos habla de ese horror latinoamericano en el que se adentró y que ahora contempla (y nos contempla, como ese abismo que devuelve la mirada) desde una elaboración, no tanto crítica sino contemplativa y poética, como quien escucha recitar una poesía llena de horror sí, pero también llena de luminosidad, digna del canto más profundo de alguno de sus amados poetas malditos. La podemos considerar una de esas novelas totales, a donde asirnos, una fuente de valentía y dietario bibliográfico, por que Roberto está atento, siempre atento... y en pie de lucha.