viernes, 13 de mayo de 2011

Desgracia


Y fue un forastero en este mundo palpitante,
un espíritu errante, arrojado de algún otro;
fue un bulto de oscuras imaginaciones, que porque quiso
dieron forma a los peligros que él evitó por azar.


-¿Hay alguien que quiera glosar estos versos? ¿Quién es ese espíritu errante ? ¿Por qué se hace llamar un bulto? ¿De qué otro mundo proviene?
(...) -Lucifer- dice. El ángel arrojado del paraíso. Poca cosa sabemos sobre el modo en que viven los ángeles, pero podemos dar por hecho que no necesitan oxígeno, que no palpitan. Allá en el paraíso, el ángel de las tinieblas, Lucifer, no tenía que respirar, no palpitaba. De repente, sin previo aviso, se encuentra expulsado en este extraño mundo palpitante en el que vivimos.
Errante: dícese del individuo que elige su propio camino, que vive peligrosamente, que incluso ronda adrede el peligro. Sigamos leyendo.(...)

Pudo en ocasiones renunciar a su bien por el bien ajeno,
pero no por compasión, ni porque debiera,
sino porque alguna extraña perversión del pensamiento
lo llevó a seguir adelante con secreto orgullo
y hacer lo que pocos o ninguno hubieran osado;
ese mismo impulso, en el momento de la tentación,
así también engañaría su espíritu arrimándolo al crímen


-Así pues, ¿qué clase de ser es el tal Lucifer? (...) como si estuviera dormido y acabara de ser convocado, el muchacho responde.
-Hace lo que le viene en gana. Le da lo mismo que sea bueno o malo. Si le apetece, lo hace.
-Exacto. Sea bueno o malo, si le apetece lo hace. No actúa por principios, sino por impulsos. Y la fuente de sus impulsos es algo que, para él, permanece en la oscuridad. Leamos unos cuentos versos más adelante: No era de la cabeza su locura, sino del corazón. Un loco del corazón. ¿Y qué significa estar loco del corazón? (...)
- No importa. Fijaos en que no se nos pide que condenemos a este ser que está loco del corazón, este ser en el que parece haber algo connaturalmente contrahecho. Muy al contrario, se nos invita a comprenderlo, e incluso a tomarle simpatía. Pero la simpatía tiene un límite. Aunque viva entre nosotros, no es uno de nosotros. Es exactamente lo que él mismo se ha llamado: un bulto, esto es, un monstruo. A la sazón según sugiere Byron, no será posible amarlo, o no al menos en el sentido más profundo y más humano del término. Está condenado a la soledad.

J. M. Coetzee

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