miércoles, 11 de mayo de 2011
Trópico de Cáncer
En aquél momento perdí por completo la ilusión del tiempo y del espacio: el mundo desplegó su drama simultáneamente a lo largo de un meridiano sin eje.
En aquella especie de eternidad pendiente de un hilo sentí que todo estaba justificado, supremamente justificado; sentí mis guerras interiores que habían dejado esa pulpa y esos despojos; sentí los crímenes que bullían allí para surgir mañana en titulares sensacionales; sentí la miseria moliéndose a sí misma con almirez y mortero, la larga y triste miseria que se derrama gota a gota en pañuelos sucios.
En el meridiano del tiempo no hay injusticia: sólo hay poesía del movimiento que crea la ilusión de la verdad y del drama.
Si en cualquier momento y en cualquier parte se encuentra uno cara a cara con lo absoluto, la gran compasión que hacen parecer divinos a hombres como Gautama y Jesús se enfría y se desvanece; lo monstruoso no es que los hombres hayan creado rosas a partir de ese estercolero, sino que, por la razón que sea, deseen rosas... Por una razón u otra, el hombre busca el milagro y para lograrlo es capaz de abrirse paso entre la sangre. Es capaz de corromperse con ideas, reducirse a una sombra, si por un solo segundo de su vida puede cerrar los ojos ante el horror de la realidad.
H. Miller
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